domingo, 22 de septiembre de 2013

Bajo la luna de medianoche


Abrió la puerta sigilosamente, el olor a lavanda le sobrevino nada más cruzar el umbral. Porque aunque el lugar llevaba más de veinte años cerrado todo seguía exactamente igual. Paseó sus dedos por encima de los viejos muebles y no se sorprendió cuando una fina película de polvo quedó impregnada en sus dedos.

--Mi dulce y querida Anna.....-- murmulló a través de sus viejos labios agrietados.

Con paso lento y dificultoso debido a su avanzada edad se acercó a los grandes ventanales y retiró el pesado cortinaje que los cubría. La luna, apenas visible a través de la mugre de los cristales, hacía el vago intento de iluminar el interior de la estancia.
Cuadros, vajillas y un sinfín de cachivaches apilados en montones, adornaban la parte central de lo que en su día fue el salón principal.
Cabizbajo, Ginés, se dejó caer en lo que un día había sido un moderno sofá francés y del interior de su americana sacó un viejo recorte de periódico. En el, se veía a dos jovencitas vestidas de flamencas deleitando a un grupo de público invisible con coplas y bailes españoles. Dos lágrimas resbalaron por el rostro curtido del viejo y evocó la imagen de adolescente de su querida y amada Anita Delgado.
 
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domingo, 1 de septiembre de 2013

Taller Literario "Be Literature"

Acabo de apuntarme a un taller literario que organiza el blog "Be literature" donde quincenalmente nos dejan una serie de "inspiraciones" ya sean fotografías o canciones y a partir de allí debemos componer nuestro relato.

El mio se titula "Desde el fuego eterno"

Inspiraciones:
http://www.youtube.com/watch?v=RAtacHPAHLI




Alguna parte del infierno, Enero de 1850



Mi muy querida Eleanor;


Imagino tu disgusto al enterarte de que verdaderamente yo era el culpable de todo lo que sucedía en la casa. Lo siento querida. Siempre quise contártelo pero el me lo impedía. “El amor es para los débiles” susurraba en mi oído durante las largas noches en las que te tuve en mis brazos. Primero fue la muerte del señor Rochester. Tan fácil. Sabía que era hombre débil y se dejaba llevar por la palabrería mundana. Le entretuve con diferentes historias sobre mis antepasados. Historias de guerra y muerte. Ni se inmutó cuando en un momento de descuido introducí un pequeño polvillo blanco en el interior de su coñac. Sus facciones cambiaron cuando terminó de tragar el primer sorbo, se puso lívido. Apretaba su garganta con dedos torpes intentando abrirse camino para aspirar una mísera gota de aire. Pero no pudo. En menos de un minuto abrazó la muerte y pude oír una risa de puro regocijo del amo. ¿Sabes? Él habitaba en el sótano, lo descubrí el primer día que nos trasladamos a “Morvette Manor”. ¿No te acuerdas que bajé al sótano para dejar unas cajas? Estúpido de mí, bajé los primeros escalones con la ilusión que allí abajo podría montar mi estudio de pintura. Pero no. Cuando me encontré en superficie plana una opresión en el pecho me hizo detener. Noté como un frio indescriptible recorría mi cuerpo y al respirar mi aliento se dibujaba en la penumbra. Tuve que apoyarme en la pared preso de un extraño temor. Cuando creí que había recobrado la compostura, vislumbré un par de ojos rojos observándome. Eran atrayentes, mágicos. No podía apartar mi mirada de ellos.

--Roger.....-- la voz salió de la nada. Sonaba como un lamento de puro dolor, pero entendí mi nombre.

--¿Quién es....?-- susurré a duras penas. La presión en el pecho se hacía cada vez más pesada. El aire no me llegaba, un temblor casi histérico hizo acto de presencia en mi cuerpo.

Escuché una risa ahogada acompañada de unos pasos. Pasos que se aproximaban hasta donde me encontraba.

--¿Seguro que no sabes quien soy?-- los ojos rojos estaban más cerca y no se apartaban de los míos.
Negué, cada vez más asustado. Otra risa.

--Nací a la sombra de otro, a la semejanza de muchos y condenado a vivir en la ignorancia-- absorbía cada palabra de aquella voz como si fuera el más exquisito manjar-- Mi reino es poderoso, demasiado-- a medida que que la voz iba desvelando parte de su historia podía ver como se dibujaba una silueta. Un vago trazo de un hombre alto-- Y tu Roger, me ayudarás a que ese reino siga creciendo.

La voz se paró. Y en ese momento Eleanor, lo supe, estaba condenado. Aquel que apenas unos segundos atrás acababa de hablar conmigo adornaba páginas de los libros más antiguos. Su presencia era visible en miles de frescos de los sitios más sagrados del mundo. Si, Eleanor, si. El señor del infierno moraba en nuestra pequeña casa y me había escogido a mi para llevar a cabo sus deseos.

El señor Rochester fue el primero de muchos Eleanor. Le siguieron varios miembros del servicio, incluso miembros de mi propia familia cuyos nombres no quiero recordar.

Cuando me di cuenta de que aquellas muertes habían sido obra de mis manos quise poner fin a todo. La policía andaba dando palos de ciego y ya era hora de darles un culpable.
Intenté hablar con el amo y decirle que ya no podría controlarme más, que no obedecería ninguna de sus ordenes. Que equivocado estaba. Aún recuerdo su sonrisa gutural cuando le expliqué mis intenciones.

--¡Jamás Roger!¡Jamás podrás escapar de mí!-- Y cuando quise darme cuenta observé como mi cuerpo se precipitaba por uno de los ventanales del dormitorio principal. ¿Cómo podía ser? Yo estaba en el sótano, no en la parte de arriba de la casa. Pero tenía respuesta para aquello, había sido cosa del amo.
Mató mi cuerpo y se llevó mi alma consigo.

¿Y donde Eleanor? Pues a su reino, un lugar donde el fuego no deja de crepitar ni nos deja descansar. Donde otros muchos como yo, se convirtieron en sus títeres y nos condenamos.

Sé que jamás podrás leer estas líneas y que creerás que mi muerte fue otra de las muchas inexplicables que acompañan la historia de nuestra casa. Pero no, morí pasa salvarnos, salvarnos a todos.

Siempre tuyo;


Roger
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